Al
final del Canto XVI del Infierno, Dante llama “Commedia” a sus memorias de su paso por los reinos de ultratumba, y
se dirige a mí, directamente, “lettor” me dice, y me jura, amonestándose a sí
mismo, por lo inverosímil, por la “apariencia de mentira” de su relato, que lo
que ha cantado, es cierto, fue una experiencia real, y que no dude de la verdad
que me dice cuando habla del monstruo gigantesco que aparecerá, digamos al llamado
de su guía Virgilio (un Virgilio que pudo haber de algún modo inspirado la
creación de Clemente Silva, el rumbero, de las selvas amazónicas de La vorágine de José Eustacio Rivera,
obra de la que es inevitable pensar que se relaciona con La comedia del poeta florentino).
Recurso éste de gran valía por el fondo
de su obra, su carácter estético, teológico, moralizador y político, y la época
en que fue escrita, en los años 1.300, cuando el Vaticano mandó (mezclando
poder religioso con poder político y económico). Hablar así al lector, desde la
Edad Media, es impactante para el lector pos pos pos moderno; acerca al autor
mucho más al lector, me lo pone aquí mismo, a mi lado, vivo, aunque sus restos
mortales ya no sean más que polvo en el polvo. Como lector, siento que la
conversación con Dante cobra fuerza, actualidad; el lector activo, gracias a
que Dante lo incluye en sus reflexiones, le pellizca para que siga con atención
la obra, es capaz de cuestionar al escritor y éste a su vez responderle a
través de las mismas preguntas. ¡Y hay que ver que a veces uno empieza a
echarle en cara algo a Dante cuando líneas después él te da una razón de lo que
tú creías que no sabría él responderte! La obra, de este modo, no es estática,
se mueve, se recrea en cada impulso electroquímico de donde saltan las ideas,
la misteriosa región esa, aún más inexplorada y de seguro más tremenda que
todos los ámbitos y más traslúcida que los personajes presentados por Dante.
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“[…] ché, seggendo in piuma,
in
fama non si vien, né sotto coltre;
sanza
la qual chi sua vita consuma,
cotal
vestigio in terra di sé lascia,
qual fummo in aere e in
acqua la schiuma.”
Infierno,
XXIV, versos 47 al 51.
Estos
versos, traducidos: no se alcanza la fama reclinado en blanda pluma y bajo
cubierto (¿colcha?); y el que consume su vida sin gloria, deja en pos de sí el
mismo rastro que el humo en el aire o la espuma en el agua.
Son palabras que dirige Virgilio a Dante,
para que se mueva y continúe el viaje. Supongo que estos versos los escribió el
escritor Dante para espolearse a sí mismo, en un momento en que sintió el peso
de tan magna y ardua empresa, peso como las vestimentas de los condenados en el
foso del que el personaje Dante acababa de salir, porque escribir esa obra ha
debido ser muy fatigoso, mas desde que emprendió su tarea, las miras de Dante
estaban puestas en dar al mundo la mayor obra poética de todas cuanto había
habido, y habría, tal vez, y estaba seguro de que esa obra lo haría merecedor,
ella sola, de un lugar destacado en el Parnaso. Así que por muy exigente que
fuese la escritura de su Comedia, debía terminarla para que su fama
trascendiera tal como la del griego aquel a quien los otros poetas del Limbo
reverencian. Esto es existir en el mundo como un espíritu que se fortalece, que
es real, cada vez que se le recuerda, menciona y cita. Estas altas aspiraciones
del Poeta son posibles “cuando a la intención y a la fuerza se une la
superioridad del entendimiento”.
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“Con
que puedes ver cuánto es engañosa
la
ilusión del mortal que considera
que
es todo amor en sí laudable cosa.”
Purgatorio,
Canto XVIII (traducción del Conde de Cheste).
“La
sustancia tal vez puede primera
ser
buena siempre; mas no siempre el sello
sale
bueno, aunque impreso en buena cera.”
Purgatorio,
Canto XVIII (traducción del Conde de Cheste).
Y
a todas estas, “Dios es amor”.
Buenas o malas pasiones: son de carácter
innato, infusas. ¿Quién nos las infundió? Hay una llave, la del discernimiento
de las buenas y malas pasiones. Del uso de esa llave depende que se opte por
unas u otras, es decir, del buen o mal uso de la razón. El optar es el
requetemachacado libre albedrío; sin embargo, se nos dice que la razón no es
suficiente, lo que la complementa para hacernos merecedores de la “gracia
eterna” es la fe, y la fe es capaz de explicar lo que la razón por sí sola no
puede, pues a la fe concierne todo lo que va más allá del entendimiento, la
experiencia, los sentidos, la lógica.
La moral, que sabiamente nos legaron
quienes “de profundis” conocieron del amor y su naturaleza, es la herramienta
que los prudentes tienen para reprimir lo que del amor es nocivo. Esto justifica
a Dante respecto a su Beatriz: idealizado amor, casto. Justifica también que
ella y él tengan, como promesa para él y realidad para ella, el privilegio del
Cielo. Mientras, Francesca y Paolo, amantes incontinentes, giran en el segundo
círculo del Infierno, inseparables.
-OOO-
Es
sumamente curiosa la mezcla de elementos de que se sirve Dante para elaborar su
pensamiento teológico en su Divina Comedia. Vemos menciones de Júpiter como un
dios, y no como dios subordinado (no al menos de forma explícita) sino como el
poderoso dios de los antiguos grecolatinos (Júpiter o Zeus, lo mismo es). Se
podría argumentar que estos personajes son símbolos, ya que la Comedia es una
gran alegoría teológica. En el Infierno gran cantidad de verdugos son dioses,
titanes, monstruos grecolatinos, e incluso se pueden encontrar allí héroes como
Ulises. Pienso en el Caribe y me imagino a Dante como un brujo santero, que
revuelve en el mismo caldero el santoral católico con dioses africanos y
americanos: Santa Bárbara Bendita, el Negro Felipe, Changó, Guacaipuro, San
Antonio, María Lionza… Me extraña que Dante no tuviera por este libro una
sentencia de muerte persiguiéndole como a Salman Rushdie, teniendo en cuenta el
agitado panorama socio-político-religioso-económico de su tiempo, con las
intrigas de güelfos y gibelinos, Enrique VII, Bonifacio VIII, Felipe IV El
hermoso, la Inquisición y el proceso a los Templarios, los banqueros y señores
feudales… En este punto, debo copiar textualmente lo que sigue: «Durante el
siglo 14, hubo intentos de encontrar herejía
dentro de la Divina Comedia, y
De la Monarquía, las cuales fueron
quemadas en Bolonia por orden papal. Sin embargo, The Cambridge Companion to Dante observa, a pesar de algunos
rechazos iniciales, “la profusión de manuscritos ilustrados y comentarios que
comenzaron a aparecer casi inmediatamente de haberse terminado, sugiere hasta
qué punto la Comedia fue tratada como
Escritura al comienzo”.
[…] La Enciclopedia Católica alega que en cuanto a Dante “su posición
teológica como católico ortodoxo ha sido amplia y repetidamente vindicada”.» (http://www.vision.org/node/4253)
Antes de aparecer Beatriz, en el Paraíso
Terrenal, la corte de glorificados canta versos de Salomón (Cantar de los
cantares) y de Virgilio (La Eneida), suerte de sincretismo, mezcla de paganismo
y judeo-cristianismo. Pone en boca de personajes bíblicos hebreos palabras del
romano Virgilio, quien además sería históricamente posterior a los primeros.
Luego viene una salutación a Beatriz con palabras mismas con que fue aclamado
Jesús. Borges ha dicho respecto a la pasión de Dante por Beatriz, “Enamorarse es
crear una religión cuyo dios es falible.” Pero esta Beatriz pura que Dante
encuentra en la cima del Purgatorio se muestra severa, inflexible. Cuando Dante
llora la partida de Virgilio, inicia Beatriz como quien va a consolarlo: “Dante,
porque Virgilio se haya ausentado, no llores así, no llores”, y acto seguido
inicia una cantaleta que ni Fernanda del Carpio, que reduce a Dante a un estado
de trapo viejo. Como mujer, esta Beatriz se me antoja detestable, mas la
entiende uno mejor como representación de la teología. Dante (el personaje), me
parece, en efecto, ante la imponencia de la mandona Beatriz, un trapo sucio;
esta mujer lo humilla en público y él se somete dócil; ante Beatriz el gran
Dante que ha atravesado Infierno y Purgatorio queda reducido a un trapo viejo y
sucio. Sólo se puede entender un Dante así también como representación del
humano que debe humillarse ante su dios. Mis comentarios serán menos doctos
(¡¿cuándo lo han sido?!) en esta parte de mi… ¿ensayo?, pero es que se me
revientan las tripas si no digo lo que tengo que decir. Esta Beatriz que
aparece en el Paraíso Terrenal, es una figura detestablemente soberbia. ¡Cómo
le habla a los demás, cuánto se vanagloria!: “Ni la naturaleza ni el arte te
brindaron jamás con encanto igual al de los hermosos miembros en que encerré mi
ser”. A esas palabras de Beatroz, me alegran estas, interpretadas a mi gusto: “de
todas las otras cosas, la que más me inclinó a su amor, hízoseme más
aborrecible” (ambas del Canto XXXI del Purgatorio). El discurso de Beatroz me
parece, también, de histérica fanática religiosa.
La promesa de Beatriz sería el
cumplimiento de todos los ideales de Dante: amoroso, religioso, político: “Poco
tiempo habitarás esta selva, y serás eternamente conmigo ciudadano de aquella
Roma donde Cristo es romano.” Si Francesca y Paolo se aman eternamente unidos
en el Infierno, aquí está la promesa que alivia a Dante, y por la cual su obra,
en el sentido en que él mismo explicó, es una comedia, y por su grandeza
artística y aspiraciones cristianas, se le calificó de divina. La Divina
Comedia.