«La flor no es indiferente
al volar de una mariposa».
Este par de versos los oí esta mañana, los recitó una niña
en un video que fue transmitido en televisión, en el programa “Profe en tu
casa”, pañito de agua tibia ―aunque ameno y sin culpa de que con él se trate de
tapar un hueco en nuestro sistema educativo en tiempos de covid― como tantos
otros que no resuelven de fondo los problemas del país.
Una niña. Las niñas, durante estos meses en que la infancia
colombiana ha tenido que recibir clases en sus hogares usando recursos de
internet, he venido notando que, al menos en Isabel López, son más aplicadas en
cumplir con sus deberes escolares que los niños, y hasta me parece que estudian
con más gusto. Lástima que familia y sociedad, generalizando, no tardan en
cortarles esas alas que les veo, el vuelo del saber. Pronto las someten a los
esquemas machistas que las limitan y con el tiempo estas niñas, hoy potenciales
águilas, serán aves de corto vuelo, gallinas cacareando chismes de farándula y
de vecindario, llenando sus buches de telenovelas y frivolidades publicadas en
redes sociales de internet y en el vecindario.
Esos dos versos recitados por la niña me han sorprendido,
porque justo en estos días estoy leyendo ‘La inteligencia de las flores’, libro
de Maurice Maeterlinck. Se ajustan perfectamente a la idea que el Nobel de
Literatura plantea en su libro y, ese par de versos, son dignos incluso de la
belleza de la obra del autor belga. En los versos de la niña, con la
inteligencia, se puede colegir que en las flores hay también sensibilidad
estética; la belleza admirando a la belleza.
Domingo José Bolívar Peralta
19 de noviembre del aciago 2.020
al volar de una mariposa».
19 de noviembre del aciago 2.020