Carson McCullers vivió una vida atravesada. Una vida
atravesada por ideas y pasiones en constante tensión. Como sus personajes
Benedict Mady Copeland y Jake Blount, de la novela ‘El corazón es un cazador
solitario’, Carson se debatió entre el amor y el odio a un mismo receptor, ya
sea a Reeves McCullers como a ese sur de los Estados Unidos, protagonista de
sus obras.
‘El corazón es un cazador solitario’, nos muestra un pueblo
del sur de los Estados Unidos en años previos al estallido de la Segunda Guerra
Mundial. Un mundo provinciano en el que la fuerza de las costumbres mantiene a
raya cualquier esperanza de una vida mejor. A los oprimidos apenas los mantiene
una fe lejana y una embrutecida apatía. La inconformidad que generan los tratos
y condiciones de vida indignas entre los oprimidos y pauperizados, blancos y
negros, tan sólo es, cuando no reprimida, canalizada en contra de otros
oprimidos y pauperizados, figurándose la falta de conciencia de clase frente a
los opresores, los explotadores. Tal fue el estallido de violencia en “Sunny
Dixie”, miserables obreros blancos contra desdeñados negros, todos víctimas del
abuso de las minorías poderosas.
En este contexto interactúan los personajes que son el eje
de la referida novela: Biff Brannon, Jake Blount, Benedict Mady Copeland, John
Singer y Mick Kelly.
Brannon es blanco, propietario de un restaurante, hombre
sensible y amable, aunque se considera a sí mismo “conservador”. Siempre está
tratando de comprender a los demás y sus circunstancias, como también a sí
mismo y a los hechos de que es testigo y actor.
Jake Blount, blanco (quizás mestizo), obrero autodidacta
que va de una ciudad a otra queriendo hacer que los demás, las víctimas del
sistema capitalista, “sepan”. En constante amargura porque los demás no quieren
o son incapaces de acceder a ese “saber”, el corpus teórico de Karl Marx. Su
físico y su carácter huraño y paranoico (siempre está creyendo que se burlan de
él) no le ayudan a transmitir el mensaje.
Benedict Mady Copeland, negro, médico. A diferencia de
Blount sí es hombre de academia y su conocimiento de la obra de Karl Marx es
enriquecido con interpretaciones de las obras de otros autores, como Spinoza,
por ejemplo. Al igual que Blount, el dr. Copeland tiene un ideario que desea
transmitir, el cual aboga por el fin de la segregación social, económica y
cultural de que son objeto los negros, esto como un propósito que tiene que
partir de los mismos negros, no esperar a que sean los blancos quienes les
reconozcan su igualdad ante la ley y, en especial, como seres humanos. Trabaja
mucho atendiendo enfermos, sólo negros, de la ciudad. También, como Blount,
vive exasperado al comprobar que los negros no se atreven a actuar a fin de
acabar con el problema de la segregación racial que los subyuga, que el mensaje
es desatendido.
En estos dos personajes, Blount y Copeland, McCullers nos
entrega un vistazo de las interminables e irreconciliables divisiones de la “izquierda”,
en una noche en que debaten, más bien delirantes, cómo lograr que la gente,
obreros y negros, reciban el mensaje, por fin comprendan las razones profundas
de su condición de oprimidos y arrojen lejos de sí el yugo.
John Singer, blanco, mudo, empleado en una joyería. Excepto
Brannon, quien intenta comprender el efecto que John Singer produce sin
proponérselo en los otros, es de alguna manera idealizado por los demás
personajes principales, convirtiéndolo en una especie de comodín que se adecúa
a sus ideales y anhelos. Sin embargo, Singer es sólo un hombre muy bien educado
que siempre se comporta de manera formal y atenta con los demás. Un hombre cuyo
temor a la soledad y su necesidad de hallar alguien con quien comunicarse a
plenitud, es decir, que entienda el lenguaje de señas, le lleva a idealizar
(gran ironía) a Spiros Antonapoulos, otro mudo, blanco, amigo suyo, con quien
compartió durante muchos años habitación y rutinas de vida diaria y quien es
retrasado mental (¿o será mejor decir diversamente hábil, ya que Antonapoulos
trabajaba y hasta cierto punto funcionaba en sociedad?).
Mick Kelly, quien puede verse como el más definido alter
ego de Carson McCullers, es una chica inteligente y sensible, con talento para
el arte, en plena ebullición en el tránsito de niña a mujer (espíritu de Julio
Iglesias, te reprendo en la sangre de Cristo). Vive en la confusión de su edad
y la estrechez que para sí representa la ciudad en donde vive.
En todos estos personajes y en el ambiente en que se
desarrollan los acontecimientos que los relacionan, se verifica el absurdo, o dicho
de otro modo, la inextricable maraña de las contingencias humanas, en que las
vidas se desgastan sin sentido condenadas a la frustración. Toda la novela es
concluyente en el fracaso, al que sólo puede atenuarlo la esperanza.
Domingo José Bolívar Peralta
15 de diciembre de 2.019