Todas las calles son fantasmas
Tengo las pupilas
dilatadas... todos los sentidos dilatados. Es el efecto de algunos pasajes de
Trópico de cáncer. Debo parar la lectura, quiero salir a beberme la noche. La
brisa canta sobre las olas. En la oscura pista de baile, Júpiter y Venus danzan
estáticos en un rincón, y la Luna regordeta, en las antípodas, espera sentada a
que alguien le pida bailar una pieza (la Luna lo que quiere es que la inviten a
una pieza).
Si pudiera, me tomaría
una Miller a manera de homenaje, pero no está mal besarle el pico a una Águila.
No está mal, las águilas conocen esas cumbres y esos profundos recovecos a
donde llegan los poetas vagabundos que poco o nada les importa si está escrito
en verso o escrito en prosa: lo que importa es escribir, con la misma urgencia
de quien tiene hambre.
Y viene la cháchara
magnífica de quien conversa consigo mismo. Cuando vas en bus urbano, lo mejor
que puedes hacer es huir como un cobarde, evadir la idea de que estás en manos
de quien sujeta el volante, habla por celular y cambia de emisora mientras pita
y cobra los pasajes. ¡Cuántas extremidades tiene ese hombre! La cháchara
narcótica de un putero que ha comprendido el universo de las putas, tiene ese
poder suavizante de ropa desinfectante de baño y ya no estás en la hórrida
prisión de hojalata sino en una maltrecha calle en donde todos saben que no
saben lo que quieren, pero quieren. Ahí te bajas, como Neil Armstrong, y
empiezas a andar, el moonwalker de Michael
Jackson. Por fin la Luna tendrá quien la voltee y se la coja por el lado oscuro,
otra vez, yo, y Henry Miller.
Aquí no hay catedrales
que admirar, sí unas cuantas iglesias. Los gatos y los perros no confían en que
seas diferente de los otros, y deseas meter los dedos en el cuero cabelludo,
abrirlo, despojarte de la piel y hacerla ondear sobre las antenas de
telecomunicaciones: “Al aire, desde las páginas que alguien ha roto y no
aparecen en el libro, transmitimos este boletín urgente: necesito un lugar para
dormir esta noche.” Un indigente me ha recibido en su limpia terraza de una
casa abandonada, y una perra se ha dado cuenta que sí soy diferente, y muerde
mis gafas oscuras traba segura.
Un buen libro siempre
será una droga suficiente. Henry Miller me ha trabado.
Domingo José Bolívar
Peralta.
9 de julio de 2.015,
10:56 a.m.
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