Suena el
despertador, me abandona el sueño, y, de inmediato, siento ganas de vomitar el
cerebro.
Así empieza
cada nuevo día.
Entonces de todos lados me asaltan las noticias, y se revuelven en mi taza de café la náusea, la ira, la desesperación, la impotencia.
¡Apresúrate!,
apenas empieza la jornada y el tiempo no te alcanza.
Despídete de la cama,
la modesta cama donde duermes, sueñas, lees, ves películas, te masturbas y de
vez en cuando fornicas. Cómplice perfecta.
“Fuera de Verona
no hay mundo, sino purgatorio, infierno y desesperación.” Es cierto: “ancho es
el mundo”, y hondo, muy hondo, y longuísimo, y todo él repleto de dolor. Cada mañana
este exilio, esta afrenta. Aherrojado salgo de mi reino, impelido por fuerzas demenciales
que se introducen en mis nervios y gobiernan sobre mis huesos y músculos, mas
no en mi conciencia.
Detrás de la
puerta, la absurda catástrofe cotidiana, la más abstrusa pesadilla.
Antes de salir
el espejo suelta una carcajada.
En el umbral,
recibo del Sol su acerba bofetada.
¡Buenos días,
maldita sea!
No hay comentarios:
Publicar un comentario