Cuando alguien me pregunta “¿crees en Dios?”, obviamente
refiriéndose a ese dios único de los monoteístas judíos, cristianos y
musulmanes (que es un dios con el mismo origen: “abrahámico”, es la expresión
de muchos estudiosos; prefiero la expresión “semita”), yo digo: no sé si
existe; pero si ese dios existe, no creo que sea tal cual lo pintan los judíos,
cristianos y musulmanes.
Mis razones para manifestarme así son estas:
Se dice, basándome más en las creencias cristianas, que no
conozco tanto las otras:
- Dios es perfecto.
- Dios fue antes que todo y
antes de él nada fue. Sólo él siempre ha sido.
- Dios creó todo cuanto
existe: el universo, nuestro planeta, la vida… Antes había creado a los
ángeles, seres superiores a todo lo que es materia (o debería decir
materia-energía, que vienen siendo lo mismo, y comprobándose, desde las
teorías de la física de Einstein). Los ángeles, por tanto, son superiores
a los humanos, más cercanos a Dios.
- Como Dios es lo único que
siempre ha existido, todo emana de él.
- La perfección de Dios
radica en que su ser es todo amor, bondad. De estas dos cualidades
se desprenden todas sus virtudes. En Dios no habita ninguna tara, ningún
vicio; es intachable.
- Dios, como ya se ha
planteado, es perfecto, y además omnisciente, omnipotente, omnipresente.
Esto quiere decir que nada escapa del saber, el poder y la presencia de
Dios.
- Toda la “Creación”, y hago
énfasis en “nuestra creación”, obedece a un “Plan Divino”, que se
testimonia en los libros sagrados.
Entonces:
- Dios creó al Diablo, el
primer ángel rebelde, la representación del mal en todas sus variantes.
- ¿De dónde nace el mal (y
por ende la rebeldía), si este ángel fue creado directamente por Dios, y
en Dios el mal no habita?
- ¿Acaso el mal nace, como
se creía en otros tiempos (y todavía creen algunos) respecto a los gusanos
en la carne putrefacta, por generación espontánea, es decir que surgió por
sí solo? Si el mal surgió por sí solo, podría decirse que Dios no tiene
poder sobre él, pues no procede de Dios, y ha sido capaz de arrebatarle a
Dios varios de sus ángeles, y luego desmoronar sus planes en la Tierra
para las criaturas vivientes, en especial la criatura humana: el paraíso,
literal y figurativamente, perdido.
- ¿No será que el mal es
parte de la naturaleza de Dios? ¿Qué Dios es tan malo como bueno?
- ¿O puede ser que Dios se
sacó esa parte maligna que habitaba en él, vertiéndola en el ángel que hoy
se conoce como el Diablo?
- ¿O será que el mal que
habitaba en Dios buscó por sí mismo la forma de salir de él y actuar de
manera independiente, siendo que Dios tenía reprimida esta parte de su
ser? Luego, si el Diablo, el mal, es capaz de actuar de manera
independiente, es que los “omnis” de Dios no son tan “omnis”. (Este punto
tiene cierto tufillo psicoanalista que no me agrada).
- Tengo esta otra pregunta,
psiquiátrica: ¿es Dios un esquizofrénico, bipolar? (no bipolar como la
gente que dice: “soy bipolar porque hoy no quiero hablar contigo, pero
hablaremos mañana”, sino de esos que se destrozan de manera inconsciente o
semiinconsciente y brutal, así como lo que habían hecho).
- Esta otra pregunta que
parece un chiste, pero no lo es: ¿es el Diablo un rebelde con causa?
Lo anterior cuestiona la
perfección de Dios en tanto que pone en duda que sea todo amor y bondad. Sin
embargo, aún se puede pensar que Dios es un ser perfecto: cuando hace el mal o
cuando hace el bien, lo hace sin ninguna falla. Pero he aquí donde “la cola
tuerce el rabo” (dijo Fulano): los “omnis” de Dios fallan, si Dios es todo amor
y bondad y el mal no estaba en sus planes. Ahora, si todo lo que ha sucedido y lo
que sucede (y lo que sucederá, ya que estamos en esto) siguen al pie de la
letra su libreto, yo pregunto:
·
¿Qué clase de Dios, con
todos los “omnis” y siendo puro amor y bondad, idea y dirige un “Plan Divino”
que precisa del dolor, las injusticias, la violencia… ¡que necesita del mal!?
·
En el caso especial de la
fe cristiana, ¿qué clase de Dios, con todos los “omnis” y siendo puro amor y
bondad, idea y dirige un “Plan Divino” en el que su “hijo amado”, su
“primogénito”, su “consustancial” tiene que padecer terribles tormentos, ser
carne para que el mal se refocile? Discúlpenme la analogía, pero ese plan
parece escrito por un autor que la buena y correcta burguesía y el cristianismo
detestan (la aversión, estando él en vida, fue mutua): el Marqués de Sade.
Seguro Dios ha podido tomar otro de sus “caminos inescrutables”, menos cruento,
y hasta más eficaz, para vencer al mal, si de eso es lo que se trata.
·
O sí, ahora que lo pienso,
fue escrito este libreto a cuatro manos, un alimón entre Sade y Max Rodríguez,
quien tiene como lema “Para qué tomar el camino rápido y seguro si existe el
largo y peligroso.”
·
Porque, en principio, si la
“Creación” es suya, netamente suya, y teniendo todos los “omnis” y siendo todo
amor y bondad, a ningún otro ser se le puede culpar por los desórdenes y
desmanes de estas criaturas angélicas y humanas. Vamos más allá; la “Creación”
es un fiasco desde que existen mecanismos naturales a los que ningún corpúsculo
de materia-energía puede escapar: la voracidad con la que se alimenta la
existencia de unos en detrimento de la existencia de otros. Pues sí, digamos
que nada se pierde, que “la energía no se crea ni se destruye, sólo se
transforma.” Ajá, pero no estoy seguro de que a una estrella le pueda gustar
ser absorbida por un agujero negro, como tampoco estoy seguro de que a un ratón
le guste ser engullido por un gato, y estoy seguro de que a mí no me gustaría terminar
en la nevera de un antropófago como Hannibal Lecter. ¿¡Por qué la vida se
alimenta de la muerte, por qué tiene que alimentarse de la muerte!? ¿¡Por qué
no simplemente nacer con un tiempo definido sin necesidad de matar para vivir,
ser felices y morir satisfechos de haber vivido!?
·
Digo más: ¿acaso los
ángeles no son suficiente? ¿¡Para qué más si hay criaturas como los ángeles,
superiores al resto de la “Creación” en todos los sentidos?! (Hasta en el mal
son superiores al resto de la “Creación”, ya tan mal hecho todo).
·
Todo lo anterior me lleva a
concluir que este Dios de los judíos, cristianos y musulmanes, no es perfecto,
y todos sus defectos se reflejan en su “Creación”.
Viene la tabla de salvación de Dios: el libre albedrío. ¡Qué
va! Un dios cuyas características son: inmaculadamente amoroso y bondadoso
(nada de mal, in ma cu la do), omnipotente, omnipresente y omnisciente,
bien pudo darles a ángeles y humanos (¡vaya que es un dios al que le gusta
discriminar!) su buena porción de libre albedrío, sin que esto implique en
ningún momento que ángeles y humanos tengan que verse en la miserable
disyuntiva de elegir entre el bien y el mal. Porque el libre albedrío puede
practicarse dentro del bien y nada más que el bien. Un ejemplo: Juanito va a
salir y se pregunta: “¿Qué me pongo hoy, la camisa blanca con rayas azules, la
camisa beige o la camisa fucsia con estampado de girasoles?” Una elección
libre, en la que los ángeles, y mucho menos Dios, verían necesidad de
intervenir, a menos que detesten la camisa fucsia con estampado de girasoles.
No es que le hayamos dado un mal uso al libre albedrío, sino
que lo tenemos en medio de condiciones y cualidades intrínsecas que nos llevan
a elegir lo que en determinado momento se dirá que es malo. Paso seguido se le
echa la culpa al pobre Diablo, el chivo expiatorio de Dios, y de los humanos.