El
proemio de El reino de este mundo,
obra emblemática de Alejo
Carpentier, nos pone
de inmediato, de manera más
concreta, en
contacto con lo que estas
palabras, “el reino de este mundo”, de
manera nebulosa nos representa en el subconsciente.
Las
palabras que se cruzan el Demonio y la Providencia, sacado
de la obra escrita para teatro (en ese tiempo aún no se escribía
para el cine) La famosa comedia del nuevo mundo descubierto
por Cristóbal Colón,
de Lope de Vega, anuncian
una novela con claras referencias a la
ríspida colonización de América, con
la venia de “el mariquita mayor de Palestina”1.
Pero
en realidad, aquí el cristianismo europeo
no llevará la batuta de los acontecimientos,
porque se trata de la gesta independentista de los haitianos, y en
esto, son los dioses africanos los que mandan: “El dios de los
blancos ordena el crimen. Nuestros dioses nos piden venganza”,
dicen los negros conspiradores. Aquí
se habla de los Grandes Pactos que los negros de Haití, la más
próspera colonia francesa, habían sellado con sus dioses de
ultramar. Propone Carpentier que la independencia de Haití fue
posible por esa cohesión de los negros en torno a sus creencias
mágico-religiosas, a los
conocimientos suyos ignorados por los blancos
y al lenguaje común de los
tambores, porque estos desterrados no provenían de un solo pueblo,
lo cual queda claramente ilustrado cuando dice: “[…] la noche se
llenó de tambores. Llamándose unos a otros, respondieron de montaña
a montaña, subiendo de las playas, saliendo de las cavernas,
corriendo debajo de los árboles, descendiendo por las quebradas y
cauces, tronaban los tambores radás, los tambores bongós, los
tambores de Bouckman, los tambores de los Grandes Pactos, los
tambores todos del Vodú.” Es
esta nueva religión, el “Vudú”, mezcla de religiones africanas
y cristianismo europeo, el factor aglutinante. El Vudú (o Vodú,
como escribe Carpentier) une las voluntades de los esclavos en torno
a un proyecto de nuevo reino africano, un reino de este mundo, el
mundo de América, del Caribe, en contraposición con el reino del
otro mundo cristiano, y en añoranza a los reinos de aquel otro mundo
que es África.
Pero
toda rebelión, toda fe requiere de una figura, de un tótem, una
leyenda. MacKandal será ese Jesús de Nazareth, espléndidamente
viril, bravo y mágico; un
líder que recuerda la idea de reyes africanos que eran guerreros,
legisladores, sumos sacerdotes y amantes insuperables cuya
descendencia heredaba estos rasgos; en contraste, como la misma obra
los muestra, con esos reyes europeos de figurín, constreñidos por
sus propios funcionarios, incapaces de estar al frente de una batalla
luchando con superioridad de líder y guerrero diestro.
Su muerte en la hoguera recuerda la muerte del Maestre de los
Templarios, Jacques de Molay. Alejo Carpentier, a través de este
personaje, nos muestra el proceso por el cual un hombre es deificado.
MacKandal, el peculiar mandinga contador de historias, encabeza la
primera asonada, se hace cimarrón, asciende
a houngan y símbolo de los
anhelos de libertad de la negramenta; con sus conocimientos logra
forjar una leyenda, y, al final, en
vez de un hombre chamuscado en la hoguera lo que ven los negros es un
espíritu inmortal capaz de metamorfosearse en lo que le venga en
gana. Un Lua.
Para
entender esto del Vudú, es necesario despojarse de los prejuicios
que desde el cristianismo satanizan todo lo que desborde sus dogmas
o signifique contradicción a
ellos. El Vudú es “una
religión humanista, un conjunto de tradiciones culturales que
constituyen el cimiento que une al pueblo haitiano en los momentos de
crisis y lo salva de la desesperanza. El vudú procura obtener la
invulnerabilidad del creyente por circunstancias de éste con la
divinidad superior. De esa forma el creyente tiende a identificarse
con la deidad o con los objetos divinizados, para hacerse
invulnerable como la misma divinidad. Es una práctica religiosa que
no está cerrada a la aparición de nuevos luases (divinidades). El
hombre es uno con la naturaleza, es uno con sus dioses, es uno con su
entorno, el vudú. Los cultos de vudú son sincréticos desde la
época colonial, se mezclaron con los cristianos”, anota el
mexicano Iván Renato Zúñiga Carrasco en su ensayo Vudú:
una visión integral de la espiritualidad haitiana2.
Es esto, en efecto, lo que se deja ver en el relato de Carpentier, en
la leyenda de MacKandal.
Mas
todo esto para demostrar que ni Papá Legbá ha podido mostrar a
Haití el camino para que este reino africano en Las Antillas lograra
consolidarse. Ti Noel, el personaje que sirve de hilo conductor, es
la representación de todos
los pobres de Haití, que pasaron de ser esclavos
de los blancos a esclavos de negros como Henry Christophe o Papa Doc,
y esclavos de la pobreza, del
rechazo. Haití paga con
creces su osadía de haber roto las cadenas con que la mantenía
atada la metrópoli francesa, de haber desafiado el sistema
colonialista europeo.
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- O - -
Ti
Noel, como dije antes, es el hilo conductor de la novela en su
totalidad; empero hay, aparte de la historia de Ti Noel, con la cual
se conectan de manera especial las historias de Lenormand de Mezy,
MacKandal y Henry Christophe;
o sea la historia de la revolución y posterior independencia de
Haití,
una historia un poco aparte, paralela, que tiene dos personajes
alimentándola: me refiero a la
que se cuenta sobre Solimán, un
negro que siempre se las arreglaba muy bien para vivir lo más
cómodamente posible, como
camarero,
y Paulina Bonaparte, la hermosa
“buena
catadora de varones”, hermana
predilecta del insigne Napoleón Bonaparte. Es, en cierto modo, una
historia de amor. Solimán, como todo hombre al que le gustaran las
mujeres, admiraba con fervor la belleza de Paulina. La amaba con
total sumisión. Pero no es una historia desligada o al margen del
contexto en que ocurre todo lo demás. A Solimán lo encontramos, ya
separado de Paulina, siendo lacayo de Henri Christophe y defendiendo
a la esposa e hijas del primer y único rey negro de América cuando
hubo la revuelta que acabó con su tiranía. Posteriormente
Solimán viajará con las desterradas a Roma, donde una vez más sus
manos, sinestésicas, acariciarán esta vez el recuerdo de Paulina
Bonaparte desnuda… en mármol. La impresión que le produce
hallarse ante esta Paulina de piedra lo enloquecerá.
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- O - -
Citas:
“Con
su voz fingidamente cansada para preparar mejor ciertos remates, el
mandinga solía referir hechos que habían ocurrido en los grandes
reinos de Popo, de Arada, de los Nagós, de los Fulas...”
“En
el África, el rey era guerrero, cazador, juez y sacerdote; su
simiente preciosa engrosa estirpe de héroes. En Francia, en España,
en cambio, el rey enviaba sus generales a combatir; era incompetente
para dirimir litigios, se hacía regañar por cualquier fraile
confesor, y, en cuanto a riñones, no pasaba de engendrar a un
príncipe debilucho, incapaz de acabar con un venado sin ayuda de sus
monteros”
“mula
de color burro”
“A
veces, se hablaba de animales egregios que habían tenido
descendencia humana”
“Se
sabía de mujeres violadas por grandes felinos que habían trocado,
en la noche, la palabra por el rugido”
“todo
mandinga —era
cosa sabida—
ocultaba un cimarrón en potencia”
“Decir
mandinga, era decir díscolo, revoltoso, demonio. Por eso los de ese
reino se cotizaban tan mal en los mercados de negros”
“Exasperados
por el miedo, borrachos de vino por no atreverse ya a probar el agua
de los pozos, los colonos azotaban y torturaban a sus esclavos, en
busca de una explicación”
“Hacía
más de dos horas que los parches tronaban a la luz de las antorchas
y que las mujeres repetían en compás de hombros su continuo gesto
de lava-lava,
cuando
un estremecimiento hizo temblar por un instante la voz de los
cantadores. Detrás del Tambor Madre se había erguido la humana
persona de MacKandal. El mandinga MacKandal. MacKandal Hombre. El
Manco. El Restituido.
El
Acontecido. Nadie lo saludó, pero su mirada se encontró con la de
todos. Y los tazones de aguardiente comenzaron a correr, de mano en
mano, hacia su única mano que debía traer larga sed”
“hábil
como pocas en artes falatorias”
“¡Rompan
la imagen del dios de los blancos, que tiene sed de nuestra lágrimas;
escuchemos en nosotros mismos la llamada de la libertad”
“Perezcan
las colonias antes que un principio”
“un
tambor podía significar, en ciertos casos, algo más que una piel de
chivo tensa sobre un tronco ahuecado”
“hijas
convalecientes de violaciones de negros —que
no era poco decir—”
“Había
que agotar el vino, extenuar la carne, estar de regreso del placer
antes de que una catástrofe acabara con una posibilidad de goce”
“Al
alba lo despertaron de un latigazo”
“Peor
aún, puesto que había una infinita miseria en lo de verse apaleado
por un negro, tan negro como uno”
“Entonces,
sin nada que pudiese hacer sombra ni pesar sobre él, más arriba de
todo, erguido sobre su propia sombra, medía toda la extensión de su
poder”
“En
alguna casa retirada —lo
sospechaba—
habría una imagen
suya hincada con alfileres colgada de mala manera con un cuchillo
encajado en el
corazón”
“Muy
lejos se alzaba, a ratos, un pálpito de tambores que no tocaban,
probablemente, en rogativas por su larga vida”
“Henry
(…), Rey de Haití, Soberano de las Islas de la Tortuga, Gonave y
otras adyacentes (…), Primer Monarca Coronado del Nuevo Mundo
(...)”
“el
don que tienen los borrachos de ver cosas terribles con el rabillo
del ojo”
“Palpó
el mármol ansiosamente, con el olfato y la vista metidos en el
tacto”
“Instalado
en su butaca, entreabierta la casaca, bien calado el sombrero de paja
y rascándose la barriga desnuda con gesto lento, Ti Noel dictaba
órdenes al viento. Pero eran edictos de un gobierno apacible, puesto
que ninguna tiranía de blancos ni de negros parecía amenazar su
libertad”
“Seres
con oficio de insectos”
“ese
inacabable retoñar de cadenas, ese renacer de grillos, esa
proliferación de miserias, que los más resignados acababan por
aceptar como prueba de la inutilidad de toda rebeldía”
“Hecho
avispa, se hastió pronto de la monótona geometría de
las edificaciones de cera”
“Los
gansos eran gente de orden, de fundamento y de sistema, cuya
existencia era ajena de todo sometimiento de individuos a individuos
de la misma especie”
“Un
cansancio cósmico, de planeta cargado de piedras, caía sobre sus
hombros descarnados por tantos golpes, sudores y rebeldías”
“había
gastado su herencia y, a pesar de haber llegado a la última miseria,
dejaba la misma herencia recibida”
Domingo
José Bolívar Peralta.
22
de marzo de 2.017
1Sin
APA, frase de Alexander Portnoy. Del libro El lamento (o El mal) de
Portnoy, del escritor gringo Philip Roth.
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