martes, 7 de junio de 2016

Manuel Bandeira: poeta de la vida en muerte

Manuel Bandeira
(Sousa Bandeira.
El nombre entero
tenía Carneiro.)
Yo me interrogo:
—Manuel Bandeira,
¡qué disparate!
Mira una cosa:
¿Por qué no osas
firmar entonces
Manuel de Sousa?

Así es, nació en Recife el 19 de abril de 1.886, y fue bautizado Manuel Carneiro de Sousa Bandeira Filho. Su padre, ingeniero, fue quien lo inició en las lecturas y animó a que se hiciera escritor (¡padre bendito!), mas deseaba que su hijo fuese arquitecto. No tengo claro aún si el padre alentó a Manolito a ser escritor a raíz de sus problemas de salud (desde muy joven tísico), los cuales obligaron al hijo a abandonar sus estudios de arquitectura, e incluso internarse por un tiempo en un sanatorio en Suiza, o si desde antes lo quería más que nada escritor; más viendo en la arquitectura una alternativa para que su hijo pudiera expresarse como artista y a la vez vivir sin angustias económicas... En todo caso al hijo le quedó gustando la arquitectura, y se lamentó no haber podido ser arquitecto.

A Manuel Bandeira se le adjudica ser la cabeza (el San Juan Bautista, según otro gran poeta de la época: Mário de Andrade) de un movimiento de vanguardia en la literatura y en general las artes en Brasil, capullo que empezó a abrir sus pétalos iniciando la década de 1.920 (muchos críticos señalan con precisión el año 1.922): el modernismo. El modernismo brasilero pugnó por encontrar en las mismas raíces brasileras, en la exuberancia natural del país, en los usos y costumbres del pueblo, sus motivos y valores estéticos. Esto daría como resultado un arte generoso, auténtico, libre de las imposturas de los artistas que se dedicaron a calcar modelos foráneos.

Esta poesía vanguardista de Bandeira es el intento de romper con la forma y el fondo tradicionales de la poesía. Su propósito fue descubrir la estética y los valores humanos de su propio país. Bandeira proclamó que el portugués de los escritores brasileros debe ser el portugués de la gente de Brasil, y así lo manifestó en su poema Evocación de Recife, que en unos versos dice:

La vida no me llegaba por los diarios ni por los libros
venía de la boca del pueblo en la lengua errónea del pueblo
lengua veraz del pueblo
porque él es quien habla sabroso el portugués de Brasil
mientras nosotros
lo que hacemos
es macaquear
la sintaxis lusíada

Con este acercamiento al habla del pueblo brasilero, no sólo encontró el poeta una forma de romper con los modelos formales de la poesía de su país hasta entonces, sino que también encontró un tono irónico y un humor afable que le ayudó a sobrellevar su vida, porque Bandeira no sólo fue un enfermo de tisis desde muy joven; tuvo que soportar la muerte de su familia en el transcurso de seis años (1.916 a 1.922), y estrecheces económicas, porque su padre no era tan rico y le dejó como herencia (¡bendito padre!) una pensión  que resultaba escasa. Menos mal Bandeira contó con “A little help of my friends”, lo que le ayudó a acceder a cargos como profesor y funcionario en el sector de la educación. Asimismo, la poesía de Bandeira es catártica, ya que sus experiencias personales son poetizadas con mucho tino —eso sí­— y en él se cumple aquello que dejara sentado por escrito Jaime Jaramillo Escobar en el libro Método fácil y rápido para ser poeta, Tomo I: “Cuando el gran poeta dice Yo, arrastra consigo a todos los demás. Cuando el poeta mediocre dice yo, no hace más que confirmar su nulidad”.

Bandeira es un poeta al que no le interesan los pedestales, y consecuente, arremete contra el poeta que fue bajado del suyo por un mundo que lo ha convertido en un objeto decorativo, y para ganarse las simpatías de ese mundo estandarizante sigue las reglas de producción del modelo económico y la cómoda hipocresía moral burguesa. Esta clase de poetas pusilánimes y áulicos se ve reflejada en Poética, poema aparecido en el libro Libertinagem, de 1.930, que sienta las bases de su obra, y es considerado fundamental en el ámbito del modernismo en la poesía brasilera:

Poética

Estoy harto del lirismo comedido
del lirismo que se porta bien
del lirismo funcionario público con libro de punto expediente protocolo y   
[manifestaciones de aprecio al señor Director

Estoy harto del lirismo que se detiene y va a averiguar en el diccionario el cuño
                   [vernáculo de algún vocablo

Abajo los puristas

Todas las palabras sobre todo los barbarismos universales
Todas las construcciones sobre todo las sintaxis de excepción
Todos los ritmos sobre todo los innumerables

Estoy harto del lirismo enamorador
Político
Raquítico
Sifilítico
De todo lirismo que capitula a lo que quiera que sea fuera de sí mismo
Por otra parte no es lirismo
Será contabilidad tabla de cosenos secretario del amante ejemplar con cien modelos de  
   [cartas y las diferentes maneras de agradar a las mujeres etc.

Antes quiero el lirismo de los locos
El lirismo de los borrachos
El lirismo difícil y pungente de los borrachos
El lirismo de los clowns de Shakespeare

—No quiero saber más del lirismo que no es liberación.

Más adelante reconfirmará, en el libro Belo belo (1.948), su posición con este poema:

Nueva poética

Voy a lanzar la teoría del poeta sórdido.
Poeta sórdido:

Aquél en cuya poesía está la marca sucia de la vida.
Hay un sujeto,
sale un sujeto de casa con la ropa de brin blanco muy bien almidonada, y en la primera
         [esquina pasa un camión, le salpica el saco o el pantalón con una mancha de   
      [barro:

es la vida.

El poema debe ser como la mancha en el brin:
hacer que el lector satisfecho de sí se desespere.

Sé que la poesía es también rocío.
Pero éste queda para las nenitas, las estrellas alfa, las vírgenes ciento por ciento y las
                                                                              [amadas que envejecieron sin maldad.

Al respecto del poemario Libertinaje, dice Harold Alvarado Tenorio: “El libro oscila entre un fuerte deseo de libertad vital y artística y la necesidad de hacer íntimas, cada vez más, las imágenes que retrataran un país (…). Ha sido calificado como la más representativa contribución al Modernismo.”

Ah, hay que dejar claro que no es hacer por hacer. Manuel Bandeira no es ingenuo. La libertad de temas, vocabulario, sintaxis, tropos, métrica, rima, ritmo… no es a la ligera, porque la verdadera poesía no es mero artificio sin hondura. Mejor dejo que lo explique el mismo poeta de quien estoy hablando:

“Sin duda no cuesta nada escribir un trozo de prosa y después distribuirlo en líneas irregulares, obedeciendo tan solo las pausas del pensamiento. Pero eso nunca fue verso libre. Si lo fuese, cualquier persona podría poner en verso hasta el último informe del Ministro de Hacienda. Esa engañosa facilidad es causa de la superpoblación de poetas que infectan ahora nuestras letras. El modernismo tuvo eso de catastrófico: trayendo a nuestra lengua el verso libre, dio a todo el mundo la ilusión de que una serie de líneas desiguales es poema. Resultado: hoy cualquier subescribiente de municipio con ataque de celos, cualquier niñita desilusionada del novio, cualquier balzaquiana desubicada en su ambiente familiar se juzgan habilitados para competir con Joaquín Cardozo o Cecília Meireles”.

Manuel Carneiro de Sousa Bandeira Filho, o simplemente Manuel Bandeira, murió en Río de Janeiro el 13 de octubre de 1.968, a los 82 años de edad, lo cual es mucho si tenemos en cuenta que la tuberculosis le sobrevino a los 18 años. Como ya había dicho antes, madre, padre y hermana fallecieron entre los años 1.916 a 1.922; no es extraño, luego, que asuma la muerte de una manera muy personal y sea motivo frecuente en sus poemas. Él mismo consideró que su vida, de por sí, era un milagro, pero a la muerte le concedió el trono de la paz absoluta, algo así como la más cierta de todas las libertades. En 1.965 escribió:

Antología

La vida
no vale la pena y el dolor de ser vivida.
Los cuerpos se entienden pero las almas no.
Lo único que queda por hacer es tocar un tango argentino.

¡Ya me voy para Pasárgada!
Aquí yo no soy feliz.
Quiero olvidarlo todo:
—El dolor de ser hombre…
Este anhelo infinito y vano
de poseer lo que me posee.

Quiero descansar
humildemente pensando en la vida y en las mujeres que amé…
En la vida entera que podía haber sido y que no fue.

Quiero descansar.
Morir.
Morir de cuerpo y alma.
Completamente.
(Todas las mañanas el aeropuerto de enfrente me da lecciones de partir.)

Cuando la Indeseada de las gentes llegue
encontrará labrado el campo, la casa limpia,
la mesa puesta,
con cada cosa en su lugar.

Otro poema suyo dice:

Preparación para la muerte

La vida es un milagro.
Cada flor,
con su forma, su color, su aroma,
cada flor es un milagro.
Cada pájaro,
con su plumaje, su vuelo, su canto,
cada pájaro es un milagro.
El espacio, infinito,
el espacio es un milagro.
El tiempo, infinito,
el tiempo es un milagro.
La memoria es un milagro.
La conciencia es un milagro.
Todo es milagro.
Todo, menos la muerte.
—Bendita la muerte, que es el fin de todos los milagros.

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