miércoles, 14 de diciembre de 2016

Es poeta


En su discurso de aceptación del premio Nobel dijo: «Muy raras veces me he expresado acerca de este tema [la poesía], casi nunca, y siempre con la convicción de que no lo hago muy bien. Por eso mi discurso no va a ser demasiado largo. Toda imperfección resulta más fácil de aguantar si se sirve en pequeñas dosis.
El poeta contemporáneo es escéptico y desconfía incluso –o más bien principalmente– de sí mismo. Con desgano confiesa públicamente que es poeta –como si se tratara de algo vergonzoso–. En estos tiempos bulliciosos es más fácil que admitamos los vicios propios, con tal de causar efectos fuertes; mucho más difícil es reconocer las virtudes, ya que están escondidas más profundamente, y hasta uno mismo no cree tanto en ellas.»
Es que es tan difícil para un poeta decir soy poeta porque rara vez se le creerá ni se le tomará en serio, puesto que no existen títulos académicos que gradúen de poeta, no es una profesión, y por tanto como “proyecto de vida” ya no tiene el valor suficiente como para “ser alguien”. El que llegara a sentir que no es capaz de concebir su vida sin la poesía y se quisiera dedicar con pasión a ella, deberá tener en cuenta que vivir de la escritura de versos es casi un suicidio a cuentagotas; la novela vende mucho mejor.
Es diáfana Szymborska cuando nos presenta este ejemplo: «Todo esto, a su vez, significaría que para graduarse de poeta no bastarían las hojas de papel, aun cuando estuvieran llenas de excelentes versos, sino que se necesitaría, sobre todo, un papel con sello y firma. Recordemos que justamente ésta fue la razón por la que condenaron al destierro a Josef Brodsky, orgullo de la poesía rusa, quien más tarde fue galardonado con el Premio Nobel. A Brodsky se le clasificó como “parásito”, por no contar con un certificado oficial que le permitiera ser poeta... Hace un par de años tuve el honor y la alegría de conocerlo en persona. Me di cuenta de que solamente a él, entre todos los poetas que he conocido, le gustaba llamarse a sí mismo “poeta”; pronunciaba esta palabra sin conflictos internos y hasta con cierta desafiante desenvoltura. Pienso que se debía al recuerdo de las violentas humillaciones que sufrió en su juventud.» En efecto, demuestra el precio que ha debido pagar un poeta para ser, ante todo, poeta.
Asimismo, la poeta polaca da con otra de las claves por las cuales es tan difícil que un poeta pueda decir con propiedad soy poeta y sea tomado en serio: hay una predisposición de la gente a creer que los poetas tienen que ser unos personajes excéntricos, ensimismados todo el tiempo o como si anduvieran rodeados de una niebla. De igual manera, atinó cuando dijo lo siguiente: «La mayoría de los habitantes de esta tierra trabaja porque necesita conseguir los medios de subsistencia, trabaja porque no le queda de otra. No fueron ellos quienes por pasión escogieron su trabajo, son las circunstancias de la vida las que escogen por ellos.» El poeta escoge ser poeta y si en verdad lo es, persistirá en sus versos, luchará una y otra vez por crear ese bello artefacto que es un poema, tal como lo hace el tornero, el panadero, el químico que ama su trabajo y brega por obtener los mejores resultados de su labor. La diferencia es que el poeta no trabaja sus poemas para ganar dinero sino para expresar lo que revolotea en su mente; el dinero, si viene como añadidura, bien recibido es, pero no es el objetivo. Y es que lo que revolotea en la mente de los poetas es de naturaleza muy diferente, como señaló Wislawa, a lo que se yergue en la mente de otro tipo de personajes a quienes «también les gusta su trabajo y también lo llevan a cabo celosamente». El poeta trabaja con dudas, con incertidumbres, mientras que «los diversos verdugos, dictadores, fanáticos, demagogos que luchan por el poder con ayuda de un par de consignas gritadas en tono muy alto» creen haber descubiertos verdades absolutas, piensan que con lo que ya “saben” no hay nada más que saber. En el contexto actual, estas consignas vuelven a oírse cada vez más fuerte; mas una poeta como Szymborska le ha recordado al mundo el peligro que éstas representan: «Ya no tienen curiosidad por saber más, puesto que podría debilitarse su fuerza de argumentación. De modo que cualquier tipo de saber del que no surgen preguntas muy pronto fenece, pierde la temperatura propicia para la vida. En casos extremos, como es bien conocido en la historia antigua y contemporánea, puede resultar mortalmente amenazador para las sociedades.»
Cuando se refirió a la inspiración, la galardonada con el Nobel de Literatura se limitó a considerar que no puede decir con exactitud que es. Y es como si el motor de la inspiración fuese esas dos palabras que la misma poeta dice valorar muchísimo: “no sé”; el motor de las «personas de espíritu inquieto y en búsqueda constante.» Es enfática: «También el poeta, si es un verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente no sé», como los grandes científicos que están en perpetua búsqueda del saber (y nos mencionó a Isaac Newton y María Sklodowska-Curie –la famosa Marie Curie, de origen polaco, como ella)
Y remató su discurso Wislawa Szymborska atreviéndose a citar la frase “Nada hay nuevo bajo el sol” del Eclesiastés bíblico, para contradecir, con su personal visión de la realidad (la cual, como ella misma advierte, no es dogmática) que sí, que siempre hay algo nuevo, que siempre algo surge que no estaba, y el mundo no se ha terminado de hacer, y reflexiona sobre lo particular que es cada cosa en esto que conocemos como universo, por tanto ningún poeta podrá decir: «"Ya he escrito todo, no tengo nada que añadir."»

Domingo José Bolívar Peralta
13 de diciembre de 2.016

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