martes, 22 de agosto de 2017

La intrincada novela


Sin duda, ‘El ruido y la furia’, su lectura, no es como pasar la peinilla por cabello de japonesa sino pasarla por una melena ensortijada: se tropieza con nudos que se deben soltar. Pasas la peinilla por segunda vez y no creas que ya no encontrarás nudos; a su paso las hebras se entrelazan y de nuevo debes desmenuzarlas para soltar los nudos.

Si tan difícil es leerla, me parece que debió de ser mucho más complicado para Faulkner escribirla, y reescribirla.

Si partimos de la idea original, escribir un relato contado por un “diversamente hábil”, que es la parte que le corresponde a Benjy, ya el asunto es arduo. Pero Faulkner embrolla aún más la idea cuando también quiere que el texto muestre las divagaciones, los pensamientos de Quentin y Jason, además de los de Benjy. Seguir, sin extraviarse, los diferentes vericuetos mentales de Benjy y Quentin, ambos semejantes con la diferencia que el segundo es un intelectual atormentado y el primero un inocente idiota, no es sencillo. Sin embargo, leer las partes que corresponden a Benjy y a Quentin tienen un ingrediente que por sí solo asombra y mantiene al lector engolosinado con la lectura: la poesía vertida por el autor a través de estos dos personajes. Este solo hecho me lleva a creer que si Quentin hubiese sido retrasado mental se comportaría y pensaría rudimentariamente del mismo modo que Benjy, y si Benjy no hubiese sido discapacitado mental actuaría y pensaría como Quentin. En cambio, la parte que le corresponde a Jason tiene un tono muy distinto, es un relato mucho menos fragmentado, muestra de un espíritu más pragmático, más lineal, que se aparta claramente de las formas de percibir e interpretar la realidad de los otros dos hermanos. Si Benjy es un inocente idiota y Quentin un intelectual atormentado, Jason es un individualista resentido.

Otro de los factores que también dificulta la lectura de ‘El ruido y la furia’ es el nada ortodoxo uso de los signos de puntuación. Debe el lector estar muy atento de cuándo termina una oración, una frase, cuándo se trata de una pregunta, una exclamación o una afirmación. Este uso irregular da también pistas de esas divagaciones y reflexiones de los hermanos Compson Bascomb y de la forma en que se expresan los demás personajes que aparecen en la novela, como los negros de la familia Gibson o los muchachos con que Quentin se topa en el deambular de su último día de vida.

Pasadas las partes correspondientes a Benjy y Quentin, la historia que se cuenta de los Compson Bascomb se esclarece mucho en la parte que le toca a Jason, el prosaico. Luego viene un capítulo que rompe con las tres partes anteriores porque ya no encontraremos divagaciones, pensamientos de uno de los miembros de la familia, sino que aparece el recurso de un narrador espectador que sigue especialmente a miembros de la familia Gibson (Dilsey, sobre todo) y a una bibliotecaria que se preocupa por la vida de Caddy luego de ver en una revista una foto de ella. Esta parte de la novela abandona los muy trabajosos experimentos formales, y si antes el lector no había podido hacer la reconstrucción de la historia familiar de los Compson Bascomb, esta será su última oportunidad, hasta que retome el libro. Importante capítulo que narra el desquite final de Quentin, la hija de Caddy. Caddy y Quentin son las figuras femeninas desafiantes de los convencionalismos sociales y las tradiciones familiares; las rebeldes de la mansión Compson.

El resto es un apéndice que Faulkner escribió después. En él hallamos un recuento histórico de la familia Compson aún desde antes de llegar a América, con breves biografías de cada uno y reseña de los integrantes de la familia Gibson. Esto no es fundamental para entender el relato de ‘El ruido y la furia’, pero sí sirve para contextualizar esta familia desde sus inicios, mostrarnos el linaje y su importancia histórica en la ciudad de Jefferson, y hasta nos lleva a pensar en el legado anómalo que precondiciona las personalidades y la disgregación y desaparición de la familia. Puede ser que la fuente de los males de los hermanos Compson Bascomb es el legado familiar. La altivez de una élite social en decadencia, con una madre anquilosada y un padre derrotista, ambos incapaces de adaptarse a los cambios de finales del Siglo 19 y comienzos del 20. Los hijos en medio de un tire y afloje entre la madre y el padre por la forma más conveniente de criarlos.

Domingo José Bolívar Peralta.
22 de agosto de 2.017

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