domingo, 3 de septiembre de 2017

Cosme: un albatros

Cosme, como Isaac, nacido de manera prodigiosa cuando sus padres estaban en una edad en la que el coito, supuestamente, según los convencionalismos morales, ya no debería practicarse en una pareja con recato, sino muy de vez en cuando, porque ya se les acababa la capacidad de procrear, única finalidad de la cópula.

Cosme, producto de una chanza del doctor Patagato sumado al indeclinable deseo de Ramona de tener un hijo y a su, a mi parecer, bien disimulado apetito sexual. Y veamos que a Cosme el prodigio le viene desde antes de nacer; no más con ser hijo de Ramona, una mujer con un talento inigualable para la comunicación: hablaba muy poco, pero se expresaba con total claridad por medio de sonrisas. Las sonrisas le bastaban para hacer incluso preguntas, las cuales eran al punto respondidas, de manera verbal, por los demás. Esta cualidad de doña Ramona es un antecedente de lo que desarrollaría más adelante Gabriel García Márquez y sería denominado “realismo mágico”. El viejo Fuenmayor es, entonces, un precursor, un verdadero maestro.

Y se atreve José Félix Fuenmayor en un capítulo, a hacer un atisbo de lo que él ha titulado “Prehumanidad, prehistoria y primitiva miseria de Cosme”. Esta síntesis de los orígenes, de los primeros meses y años de vida de Cosme son complementados con dos capítulos más: “Cosme, bestia” y “Cosme, ángel”, en los que de alguna manera engloba las etapas de la historia natural, las etapas del desarrollo de todos los seres vivos y las etapas del desarrollo de la criatura que devino en ser humano, todo esto en el mismo desarrollo de Cosme.

Hay otro hecho que hace suponer la influencia de José Félix Fuenmayor en Gabriel García Márquez, y es la pulsión pedófila de la señorita Dora hacia Cosme, que como efluvio imperceptible lleva a Cosme a sentir también una atracción teleiofílica (¡vaya palabra me encontré!) hacia la señorita Dora.

Por si fuera poco, el viejo Fuenmayor logra incluso tal grado de sofisticación en su prosa que es capaz de lograr que parezca lenguaje llano, corriente, expresiones de tipo eruditas y altamente intelectuales como son aquellas que aparecen en las conversaciones filosóficas entre el médico Patagato y el farmacéútico Damián. Asimismo se encuentra que el léxico y los modos de expresión verbal de Cosme son muy cultos, pero transmite el autor que son naturales a Cosme, conformes a su educación y condición.

Es más, esta calidad de la prosa de José Félix Fuenmayor nos presenta en el capítulo XXXIII, titulado “Mientras tanto...”, una escena que bien puede llevarse al cine en un cortometraje, ojalá una animación con excelente técnica. Don Damián se encuentra ante una espeluznante marcha macabra, de la cual intenta huir aterrorizado haciendo destrozos en la habitación, y luego, obedeciendo a un gesto de La Muerte, coge un frasco indemne “cuyo rótulo mostraba una calavera encima de dos huesos cruzados” y se zampa su contenido. Los espasmos de su agonía son presentados por el narrador como una lucha final de don Damián contra La Muerte. Este capítulo es interesante en grado sumo (¡oh, qué refinamiento el mío al hacer uso de expresiones tan trilladas como esta de “en grado sumo”!) porque el viejo Fuenmayor llega a ser tan ambiguo como Dante (no me maltraten por estas analogías y afirmaciones mías, soy un “diversamente hábil”) con su relato del Conde Ugolino; porque no puede decir uno si don Damián tuvo una alucinación como consecuencia de su abuso etílico, que lo condujo a acabar de una vez con su lento suicidio, envenenándose, o si fue efectivamente la visita de La Muerte. Ojalá tenga un lector que me coja la idea y lleve al cine esta escena.

Y he aquí una de esas geniales ironías que el viejo Fuenmayor acostumbra en sus textos: Remo Lungo, el escritor charlatán, interpreta una sonrisa de Cosme: “Su sonrisa, caballero, joven, Cosme, a acompañarlo me invita, me señala asiento y me ofrece vino. Todo en una sola chispa mímica. ¡Es prodigioso!” Recordemos, la madre de Cosme, doña Ramona, sí se comunicaba prodigiosamente con sonrisas; en este caso Remo Lungo sólo está representando una comedia para embriagarse a costa de Cosme, y en realidad la sonrisa de Cosme estaba muy lejos de todo lo que Remo Lungo dijo que le había dicho, porque “Cosme sonrió, inexpresivamente, con la imaginación embargada por la señorita Tutú.”

En cuanto al propio Remo Lungo, es el personaje del cuento que daría su nombre al libro de cuentos publicado años después de la muerte de José Félix Fuenmayor, ‘La muerte en la calle’, pero moralmente a la inversa. Sin embargo, a favor de Remo Lungo se puede decir que el vino y las monedas entregadas fueron justo pago por la clase particular de creación literaria que impartió éste a Cosme, siendo su charlatenería sólo un recurso para conseguir abastecerse de lo que su pobreza (seguramente un hombre al margen de la vida productiva formal de la economía) le negaba. Posiblemente sí era un escritor, pero el paquete que hacía ver como su novela, terminada, tal vez fuese usado para no poner en riesgo una verdadera novela, en proceso o terminada, o qué sé yo, esto ya es pura imaginería, que nos lo permite también el avezado José Félix.

Es una clase que nos da el viejo Fuenmayor a los lectores, en especial a los aspirantes a escritores. Una idea esencial que ha sabido transmitir el literato a través de Remo Lungo es esta: “Escasean tanto las ideas en nuestro pobre mundo, que la cosecha se recogió y se gastó de una vez en poco tiempo”, complementando esta idea con: “Ni las biografías son originales. Los hechos de un hombre, por singulares que parezcan, tienen precedentes y repeticiones”, mas su claridad de pensamiento resuelve: “Naturalmente, un puñado de elementos puede enredarse de manera que surja de su barajamiento un viso extraño, una apariencia nueva. 621 no es lo mismo que 126.” Y sale con una manifestación que no debe pasar desapercibida por los críticos de literatura: “Concreté, pues, mi deseo de originalidad, a la determinación de apartar modos ajenos y salir adelante con los míos propios.” Estas últimas palabras si, como se ha estudiado ampliamente, se examinan sin perder de vista la producción literaria en Colombia hasta su tiempo, son prueba de la voluntad de apartarse del rebaño. Esto se manifiesta en el grado de diferenciación que establece José Félix Fuenmayor respecto de lo conocido hasta entonces en cuanto a literatura en Colombia. Sus obras, en especial su obra en prosa, de la cual ésta, ‘Cosme’, se tiene por la primera novela urbana del país, y la noveleta ‘Una triste aventura de 14 sabios’ como la primera obra de ciencia ficción colombiana, demuestran que José Félix Fuenmayor estaba a la vanguardia de las letras nacionales, y su influencia sobre aquellos jóvenes del llamado “Grupo de Barranquilla” no es un mito.

No puedo dejar pasar esta oportunidad para denunciar la pésima edición del año 2.007, bajo la batuta del Fondo Editorial del entonces Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Barranquilla. Esa edición es un crimen contra la novela del viejo Fuenmayor, y debería haber un tipo penal que castigue con severidad tales atrocidades.

Domingo José Bolívar Peralta

Septiembre de 2.017

No hay comentarios: