Hagamos distinciones, que está visto es necesario. Hay quienes
utilizan el cuerpo y la desnudez con intenciones estéticas, artísticas, y
quienes involucran el cuerpo y la desnudez como parte de un discurso
“contracultural”, como un arma para atacar prejuicios que aún no han sido
demolidos. Pero también están quienes utilizan su cuerpo y alardean de su
desnudez haciendo lo que dice Fito Páez, “la parodia del artista”, o del
activista, sólo para lucir sus abdominales marcados o sus tetas antigravedad:
“I’m a sex bomb”.
Los simples (recogiendo la definición de Guillermo de
Baskerville), el lumpemproletariado (recogiendo la de Marx) y hasta cierta
parte de la burguesía (la deslustrada, que incluye individuos de los estratos
más altos) no es capaz de ver estas diferencias, como otras en casos similares.
La propaganda gobierna sus mentes, están condicionados a asumir como normales y
necesarios ciertos modelos que los medios de comunicación, los que nos
manipulan, ofrecen al mundo entero: ven, vaca, toma esta bola de yerba y
máscala hasta que se te caiga la quijada.
Esa gente que se hace llamar artista y su mayor cualidad es la
exhibición de su cuerpo, arduamente trabajado en el gimnasio y el quirófano,
cuidado con cuanta clase de cremas, aceites, alimentos y máquinas, ha devaluado
el arte mientras que ellos facturan millones. En la “industria” musical lo
importante no es cómo canta sino cómo se ve, lo importante no es el contenido
de la canción ni cómo confluyen los instrumentos musicales sino cómo mueve el
culo. Los pintores más importantes de ahora, y todo lo que se llame “arte”
posmoderno, son los que mejor manejan las relaciones sociales y le sacan
provecho a los medios de comunicación, cosa que por igual hacen mujeres como
Paris Hilton o Kim Kardashian.
Los artistas siempre han dependido de los poderosos, pero el
arte era auténtico, expresaba lo más profundo y lo menos comprensible del ser
humano, expresaba cómo el ser humano se enfrentaba al vasto mundo, al
inabarcable cielo, a todo lo que su pensamiento pudiere cuestionar o intentara
aprehender. Hoy el “arte” está demasiado atado a los caprichos de Mammón, y por
ende, es una cosa que no pasa de las superficialidades del oropel.
Sabido es que ya Mario Vargas Llosa con su La civilización del espectáculo ha
ahondado en el estudio de esta crisis que está jodiendo el mundo contemporáneo,
así como otros intelectuales, ubicándose en orillas distintas, y es una
discusión muy necesaria, porque, en especial estas primeras décadas del nuevo
milenio, está imperando la mediocridad y la fanfarronería de quienes con poco
talento trepan, tan solo por los medios (y con los medios) de su apariencia
física y lo que están dispuestos a vender de sí mismos en pos de hacerse ricos
y famosos, y a éstos les llaman artistas. Creo que está es la época dorada de
Mefistófeles, quien se les aparece a estas figuras de oropel como ejecutivo de
las grandes empresas del entretenimiento y la venalidad.
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