martes, 10 de marzo de 2015

A pesar de todo




Casi me caigo de la silla. Me empujó el Diablo o fue mi estrella podrida, cuyas radiaciones huelen a rata muerta, que había decidido tal destino (que cayera), contra el cual lucho y por eso, por eso, es que casi caigo de la silla. Si hubiese caído de la silla, estaría llorando, queriendo abrir un hueco en el piso a punta de puñetazos, mordiéndome la lengua para no gritar que mi nombre está maldito y evidenciando la oscura aura que envuelve mi existencia. No me caí de la silla, pero estuve a punto. Pude evitar que mi nariz se aplastara contra el suelo y que mis mocos verdes se confundieran con mi sangre roja. La silla no es un lugar estable, mi cuerpo es un temblor constante y el vértigo pone patas arriba este cerebro que resiste a sus ataques, a pesar de todo.
Resisto, resisto, resisto, resisto, resisto; una y otra vez, contra todo, contra mí, a mi lado, de mi lado. Por mí y por todo lo que significo: la "x" en la ecuación de la vida, la "y" en la ecuación de la muerte; lo que sea. Rebeldía, terquedad sin oficio ni beneficio, masoquismo; ¡qué importa! ¡No caeré de la silla ni aunque la silla lo intente con sus jodidas patas! Y sonrío, un triunfo. La mosca que se espantó cuando casi caigo también lo sabe; ella me miró y asintió, confirmó que no caí, que me sostuve cuando todo anunciaba, cuando los designios de mi estrella sucia lo revelaron en el excrementicio cielo a los profetas burlones. No caí.

Domingo José Bolívar Peralta.
1 de octubre de 2013 a las 17:54 

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