Busqué el
próximo capítulo, pero no hubo más. No recordaba que no había número 12, ni
siquiera me acordé de que este era el 11. Acercándome a la medianoche, seguía
tendido en la cama, pensando en los personajes que se suicidaron y en ese
último nombre. ¿Qué pasará con ella? Reiko le dice que trate de ser feliz con
Midori. ¿Fue capaz? Watanabe es un imán de personas ‘diferentes’, y con todas,
al final, hay un factor común: están “unidos en la frontera entre la vida y la muerte.”
Estaba leyendo
Tokio Blues (Norwegian wood) de manera equivocada: tratando de hacerlo como un
crítico. No lo disfrutaba sino hasta ya entrado el segundo capítulo, cuando me
dejé caer en la historia. El mismo Murakami lo dice, en la página 180, a través
de Reiko: “todos nosotros somos seres
imperfectos que vivimos en un mundo imperfecto. Y no debemos vivir de una
manera tan rígida, midiendo la longitud con una regla y los ángulos con un
transportador.” Y leyendo así, sin la severidad de un catón, de todas maneras
encontré lo que a mi parecer son falencias. Sin embargo, estas fallas no son
rocas inmensas que obstruyan el paso, sino guijarros que bien pueden retirarse
para continuar adelante; es más, varios de esos guijarros los percibí como si
fuesen dejados allí por la traductora, Lourdes Porta.
Hay algo especial que quiero destacar de esta obra, y es que el narrador
cuenta todo teniendo ya una edad ‘madura’; sin embargo, Murakami se las ingenia
para que cuente una historia de adolescentes, el paso de los ‘dieci’ a los ‘veinti’,
sin ese tono cursi que se encuentra en muchas obras que tratan sobre estas
edades. Esto me lleva a pensar que es una buena novela para hacer que los
adolescentes se interesen por una literatura de mejor calidad, en franca lucha
contra esos novelones de pacotilla como la de un tal Grey, de cuyas 50 sombras
Sade, con desdén, diría que son los mismos amarillentos residuos que él deja en
su papel higiénico.
En Tokio Blues encuentro binomios temáticos: vida – muerte, amor – amistad,
seguridad – incertidumbre, normalidad – anormalidad. En los años que se viven
entre la adolescencia y los primeros de lo que se llama ‘vida adulta’, estos
temas cobran, aun sin saberlo, en las personas tal importancia que son
definitorios de lo que en adelante será su vida. Cuando la confusión y la
desesperanza, en esta etapa, ganan la partida, sucede lo que encontramos en la
historia: varios suicidios e intentos de suicidio. Hasta la extraña
desaparición de Tropa-de-Asalto me hace pensar que este chico pulcro y
solitario también decidió decir adiós mundo cruel.
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