miércoles, 4 de marzo de 2015

Un libro que ha podido tener otro nombre



Uno podría terminar con algo de inconformidad al terminar de leer Putas asesinas, ya que el título sugiere una colección de relatos en donde su fundamento es el tema de la prostitución, el cual se envuelve en una atmósfera densamente oscura. Y sí, hay prostitución en unos cuantos, y, para mí, todas sus historias tienen un color gris que varía en intensidad hasta llegar a negro, no en todas, en ciertos pasajes. Pero no es eso, este libro de Roberto Bolaño podría considerarse en buena parte una insinuación autobiográfica, ya que los primeros cinco relatos (El ojo Silva, Gómez Palacio, Últimos atardeceres en la tierra, Días de 1978 y Atardeceres en Francia y Bélgica), los últimos dos títulos (Carnet de baile y Encuentro con Enrique Lihn) e incluso el titulado Dentista, si bien tienen, al parecer, diferentes grados de ficción, hacen un repaso de la vida de un escritor chileno exiliado, incluyendo parte de su juventud en Chile durante la época triste del golpe de estado a Salvador Allende. En Encuentro con Enrique Lihn Bolaño usa su propio nombre para identificar al personaje principal mientras que en los otros lo identifica como ‘B’ o no lo hace.

En Carnet de baile también se puede identificar con total certeza al personaje con el autor. Carnet de baile no es en toda regla un cuento. Hasta hace recordar a la Biblia por la numeración que usa mientras va contando a machetazos parte de su historia.

Bolaño no usa comillas ni guiones para indicar los diálogos (no más en Putas asesinas, el cuento que da su nombre al libro), sólo introduce algunas palabras para indicar quién habla. Me llama la atención que hay relatos en que el narrador muchas veces tiene una opinión sobre algo, que no concuerda con la del personaje de quien habla. Muchas veces las consideraciones que presenta Bolaño a través de personajes (narración en primera persona, en tercera persona, a través del narrador omnisciente o de otro personaje), tienen el carácter de vaguedad, de inseguridad en lo que se dice, lo cual despoja a la narración, y en especial al narrador omnisciente, del aura de quien lo sabe todo sobre lo que está contando. Nos presenta una situación y dice algo que se podría colegir de ella, de los personajes, mas de inmediato dice que no es así y da una razón o explicación diferente.

Noto en Putas asesinas (todo el libro) que Bolaño, a menos que esta edición que tengo sea una adaptación de los editores españoles para el mercado ibérico, usa las formas de expresión de la literatura y el habla de España: escribe vídeo en vez de video, como lo hacemos en Latinoamérica; escribe debió de reírse en vez de debió reírse que es como se usa en Latinoamérica.

Domingo José Bolívar Peralta.



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