“Si es verdad, en el supuesto
que Dios, ese ser inerte, existiese, él sería el más ridículo de todos los
seres, puesto que habría servido un solo día y desde millones de siglos se
hallaría en una despreciable inacción; y suponiendo que exista como las
religiones lo pintan, sería el más detestable de los seres, porque permitiría
el mal sobre la tierra cuando su omnipotencia podría impedirlo.”
La Filosofía en el Tocador
Donatien
Alphonse François - Marqués de Sade
Lo primero que me
llama la atención al leer Las flores del
mal es la dedicatoria. La reverencia con la que Baudelaire se dirige a
Theophile Gautier, da cuenta de un hombre que daba un valor muy alto a la
amistad y un gran respeto a la literatura, además de la plena conciencia de la
clase de obra que entregaba a la posteridad. Sigue luego esa especie de agrio
introito que le dedica al lector, en el cual encuentro este verso:
“¡Es
el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!”
Entonces pienso en
ese otro visitante de los paraísos artificiales que fue Bela Lugosi, quien
decía algo semejante (al parecer porque se le ocurrió mientras hacían una toma)
en una escena de aquella disparatada, inteligente y encantadora película de Ed
Wood: Glen o Glenda.
Y de todos los
males que afligen al hombre, de todos los horrores que lo gobiernan y consumen,
dice el poeta que no hay ninguno peor que el tedio.
Proseguimos el sendero
magnífico y tortuoso, el largo viacrucis del poeta maldito tiene su primera
estación en aquel primer poema titulado Bendición.
En sus versos iniciales una madre maldice por haber tenido la desgracia de
parir a un poeta; madre antítesis de la virgen judía. Sin embargo, la criatura
vilipendiada, el poeta, semejante al Nazareno, despreciado y humillado, vive en
su éxtasis, en la divina contemplación del mundo a través de los ojos del Arte.
Sufre y goza en el dolor, porque su extraña sensibilidad intuye que el dolor conduce
a la Belleza. Disfrutó Baudelaire, no obstante, de placeres pecaminosos; sufrió
y gozó una vida disipada. Como si aquella máxima de los Proverbios del Infierno, del libro de William Blake El matrimonio del Cielo y el Infierno,
que enseña: “El camino del exceso
conduce al palacio de la sabiduría”, fuese para él norma.
Ya casi al final del
poema, en las cuartetas 15 y 16, estos versos:
El conflicto moral
busca resolverse en el Bien, anhela la Virtud de los santos. Desventuradamente
el Mal tira del otro lado con igual fuerza. Los nervios del poeta son cuerdas
de guitarra, tensas en exceso, que vibran siempre a punto de romperse. Cuando
la cuerda está en reposo el poeta no halla el bien sino aquello que más detesta:
el tedio. Quiere ser un santo, pero no puede; va a posar su exacerbada cabeza
sobre “la almohada del mal”.
Siguen a éste otros
poemas igual de desapacibles. El poemario es, como ya lo había dicho, un
viacrucis, y asimismo una procesión de penitentes; es el conflicto interior del
poeta lo que se refleja en ellos. Entonces, el lector habituado a las flores lozanas,
a los aromas dulzones…, en definitiva, ese lector que sólo quiere arrebujarse
en palabras bonitas, que sólo busca ser masturbado y venirse en la comodidad de
las palabras complacientes, aparta sus ojos de estos poemas que le queman como
brasas despiertas, sin saber que más adelante, dentro de la misma sección
titulada Spleen e ideal, se puede
encontrar con orquídeas como La cabellera
y Yo te adoro, homenajes a la mujer
idealizada, poemas que dejan reposar un poco la espalda magullada por los latigazos.
El libro que tengo
para hablar de Las flores del mal es
una versión digital (que las bibliotecas ya no son solamente muebles de madera)
cuya primera página aparece así:
Sus datos
bibliográficos son los siguientes:
El traductor trata
de serle fiel al espíritu del poeta maldito, y la confianza que genera el
argentino se debe a la veneración que rinde en estas palabras:
Desconfiar de la
labor del escritor argentino es poner en duda la fuerza de los versos de
Baudelaire. Su traducción nos quiso enseñar más el fondo que la forma:
Pero no se aparta
del todo de la forma, pues conserva la distribución de las estrofas y los
versos de los poemas del original, y aunque dice estar “libre de la servidumbre
de la rima”, no es raro hallar versos rimados, toda vez que el francés es una
lengua romance que tiene correspondencias fonéticas con el español.
A propósito, un
poema de Las flores del mal se titula
Correspondencias. Un placer
sinestésico lo envuelve:
Volviendo a lo de
la traducción, como no sé francés no me puedo meter mucho con Pañero, sólo
puedo señalar que estoy de acuerdo con lo planteado por el escritor y crítico
Josep Izquierdo, quien el 15 de enero de 2.008 publicó en su blog un artículo titulado
El consolado traductor de Baudelaire,
refiriéndose a cierta traducción de Las
flores del mal hecha por un Carlos Pujol, publicada por editorial Planeta.
Izquierdo acusa a Pujol de hacer «“una traducción literaria”, es decir,
parafrástica e inventiva», lo cual parece no es la idea de Pañero. La razón por
la que el artículo se llama El consolado
traductor de Baudelaire, es la referencia a un trabajo de Marcel Proust (Contra Sainte-Beuve) en el cual el autor
de En busca del tiempo perdido examina
la obra de Charles Baudelaire y manifiesta: “cruel es su poesía, cruel con
infinita sensibilidad, de una dureza tanto más sorprendente cuanto que esos
sufrimientos que escarnece, y que presenta con tal impasibilidad, advertimos
que los ha experimentado hasta en lo más hondo de sus nervios.” Sainte-Beuve no
sentía aprecio por Baudelaire ni por su obra, por eso Proust escribe aquel
trabajo reseñado por Izquierdo.
Así, Josep
Izquierdo ataca lo que considera malas traducciones en general (“parafrástica e
inventiva”) y en especial esta de Las
flores del mal hecha por Carlos Pujol, por considerarla blandengue, poco
fiel a lo “cruel con infinita sensibilidad” que es su expresión poética, de
acuerdo con Proust, y nos presenta este ejemplo:
“Le violon frémit comme un coeur qu’on afflige”, siendo una traducción
acertada, según Izquierdo “El violín se estremece como un corazón al que se
lastima”, es decir, que guarda eso de “cruel con infinita
sensibilidad”. La traducción de Carlos Pujol para Planeta es: “Se estremece el
violín, corazón en zozobra.” Sin duda esta traducción de Pujol pierde la preciosa
crudeza de la expresión original del poeta francés.
Por esta razón
recomiendo leer, si no tenemos la fortuna de saber francés, Las flores del mal traducido por Pañero.
Claro, otra opción es usar el original en francés, una versión en español y un
diccionario bilingüe, si tenemos tiempo y nos da la gana hacer un estudio
meticuloso. El libro del que hablo es una edición bilingüe, así que pueden
empezar por ahí si nunca han leído en su totalidad Las flores del mal.
Domingo José
Bolívar Peralta
10 de septiembre de
2.014 – 6 de enero de 2.017
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