miércoles, 4 de marzo de 2015

El buen mal


“Si es verdad, en el supuesto que Dios, ese ser inerte, existiese, él sería el más ridículo de todos los seres, puesto que habría servido un solo día y desde millones de siglos se hallaría en una despreciable inacción; y suponiendo que exista como las religiones lo pintan, sería el más detestable de los seres, porque permitiría el mal sobre la tierra cuando su omnipotencia podría impedirlo.”
La Filosofía en el Tocador
Donatien Alphonse François - Marqués de Sade

Lo primero que me llama la atención al leer Las flores del mal es la dedicatoria. La reverencia con la que Baudelaire se dirige a Theophile Gautier, da cuenta de un hombre que daba un valor muy alto a la amistad y un gran respeto a la literatura, además de la plena conciencia de la clase de obra que entregaba a la posteridad. Sigue luego esa especie de agrio introito que le dedica al lector, en el cual encuentro este verso:

“¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!”

Entonces pienso en ese otro visitante de los paraísos artificiales que fue Bela Lugosi, quien decía algo semejante (al parecer porque se le ocurrió mientras hacían una toma) en una escena de aquella disparatada, inteligente y encantadora película de Ed Wood: Glen o Glenda.













Y de todos los males que afligen al hombre, de todos los horrores que lo gobiernan y consumen, dice el poeta que no hay ninguno peor que el tedio.

Proseguimos el sendero magnífico y tortuoso, el largo viacrucis del poeta maldito tiene su primera estación en aquel primer poema titulado Bendición. En sus versos iniciales una madre maldice por haber tenido la desgracia de parir a un poeta; madre antítesis de la virgen judía. Sin embargo, la criatura vilipendiada, el poeta, semejante al Nazareno, despreciado y humillado, vive en su éxtasis, en la divina contemplación del mundo a través de los ojos del Arte. Sufre y goza en el dolor, porque su extraña sensibilidad intuye que el dolor conduce a la Belleza. Disfrutó Baudelaire, no obstante, de placeres pecaminosos; sufrió y gozó una vida disipada. Como si aquella máxima de los Proverbios del Infierno, del libro de William Blake El matrimonio del Cielo y el Infierno, que enseña: “El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría”, fuese para él norma.

Ya casi al final del poema, en las cuartetas 15 y 16, estos versos:








El conflicto moral busca resolverse en el Bien, anhela la Virtud de los santos. Desventuradamente el Mal tira del otro lado con igual fuerza. Los nervios del poeta son cuerdas de guitarra, tensas en exceso, que vibran siempre a punto de romperse. Cuando la cuerda está en reposo el poeta no halla el bien sino aquello que más detesta: el tedio. Quiere ser un santo, pero no puede; va a posar su exacerbada cabeza sobre “la almohada del mal”.

Siguen a éste otros poemas igual de desapacibles. El poemario es, como ya lo había dicho, un viacrucis, y asimismo una procesión de penitentes; es el conflicto interior del poeta lo que se refleja en ellos. Entonces, el lector habituado a las flores lozanas, a los aromas dulzones…, en definitiva, ese lector que sólo quiere arrebujarse en palabras bonitas, que sólo busca ser masturbado y venirse en la comodidad de las palabras complacientes, aparta sus ojos de estos poemas que le queman como brasas despiertas, sin saber que más adelante, dentro de la misma sección titulada Spleen e ideal, se puede encontrar con orquídeas como La cabellera y Yo te adoro, homenajes a la mujer idealizada, poemas que dejan reposar un poco la espalda magullada por los latigazos.

El libro que tengo para hablar de Las flores del mal es una versión digital (que las bibliotecas ya no son solamente muebles de madera) cuya primera página aparece así:



















Sus datos bibliográficos son los siguientes:










El traductor trata de serle fiel al espíritu del poeta maldito, y la confianza que genera el argentino se debe a la veneración que rinde en estas palabras:














Desconfiar de la labor del escritor argentino es poner en duda la fuerza de los versos de Baudelaire. Su traducción nos quiso enseñar más el fondo que la forma:

 Pero no se aparta del todo de la forma, pues conserva la distribución de las estrofas y los versos de los poemas del original, y aunque dice estar “libre de la servidumbre de la rima”, no es raro hallar versos rimados, toda vez que el francés es una lengua romance que tiene correspondencias fonéticas con el español.

A propósito, un poema de Las flores del mal se titula Correspondencias. Un placer sinestésico lo envuelve:





















Volviendo a lo de la traducción, como no sé francés no me puedo meter mucho con Pañero, sólo puedo señalar que estoy de acuerdo con lo planteado por el escritor y crítico Josep Izquierdo, quien el 15 de enero de 2.008 publicó en su blog un artículo titulado El consolado traductor de Baudelaire, refiriéndose a cierta traducción de Las flores del mal hecha por un Carlos Pujol, publicada por editorial Planeta. Izquierdo acusa a Pujol de hacer «“una traducción literaria”, es decir, parafrástica e inventiva», lo cual parece no es la idea de Pañero. La razón por la que el artículo se llama El consolado traductor de Baudelaire, es la referencia a un trabajo de Marcel Proust (Contra Sainte-Beuve) en el cual el autor de En busca del tiempo perdido examina la obra de Charles Baudelaire y manifiesta: “cruel es su poesía, cruel con infinita sensibilidad, de una dureza tanto más sorprendente cuanto que esos sufrimientos que escarnece, y que presenta con tal impasibilidad, advertimos que los ha experimentado hasta en lo más hondo de sus nervios.” Sainte-Beuve no sentía aprecio por Baudelaire ni por su obra, por eso Proust escribe aquel trabajo reseñado por Izquierdo.

Así, Josep Izquierdo ataca lo que considera malas traducciones en general (“parafrástica e inventiva”) y en especial esta de Las flores del mal hecha por Carlos Pujol, por considerarla blandengue, poco fiel a lo “cruel con infinita sensibilidad” que es su expresión poética, de acuerdo con Proust, y nos presenta este ejemplo:

“Le violon frémit comme un coeur qu’on afflige”, siendo una traducción acertada, según Izquierdo “El violín se estremece como un corazón al que se lastima”, es decir, que guarda eso de “cruel con infinita sensibilidad”. La traducción de Carlos Pujol para Planeta es: “Se estremece el violín, corazón en zozobra.” Sin duda esta traducción de Pujol pierde la preciosa crudeza de la expresión original del poeta francés.

Por esta razón recomiendo leer, si no tenemos la fortuna de saber francés, Las flores del mal traducido por Pañero. Claro, otra opción es usar el original en francés, una versión en español y un diccionario bilingüe, si tenemos tiempo y nos da la gana hacer un estudio meticuloso. El libro del que hablo es una edición bilingüe, así que pueden empezar por ahí si nunca han leído en su totalidad Las flores del mal.



















Domingo José Bolívar Peralta

10 de septiembre de 2.014 – 6 de enero de 2.017

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